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Viernes, 04 Agosto 2017 22:16

La sesión sobre el “don de si”

Esta sesión ha tenido lugar del 27 de junio al 6 de julio de 2017, en la casa de familia de nuestro santo Fundador, en La Mure, bajo la dirección del p. Manuel Barbiero. Ha contado con la participación de las Siervas y los religiosos SSS siguientes: Theresa Pham Thi Kim Hong y Maria Nguyen Thi Phuong, ambas de Vietnam; Patrick Costello, de Irlanda, Flavio Fumagali, de Italia, Martin Porres Ochola, de Uganda, Chally Gombessa, de Congo-Brazzaville y Thaddée Mupapa, de Congo-Kinshasa.

El objetivo de esta sesión es ayudar a los participantes a comprender y a profundizar en el itinerario que condujo al Padre Eymard a hacer el voto de personalidad y, por consiguiente, a descubrir el paso que cada uno debe dar para dejarse transformar en discípulo-apóstol de la Eucaristía, siguiendo a Cristo. Las actividades diarias previstas eran las siguientes: la celebración de la Eucaristía, la adoración del Santísimo Sacramento, la Liturgia de las Horas, el tiempo de reflexión y de intercambio. He aquí la estructura: lectura comunitaria del gran Retiro de Roma, los momentos de peregrinación y de desierto, el voto de la personalidad, la Virgen María y el don de si.

Session juillet 2017 2a

  1. Lectura comunitaria del Gran retiro de Roma (1865)

Nuestra Regla de Vida indica el punto de partida de este retiro: “(…) toda su existencia es testimonio del don de sí mismo a Cristo” (RV 2) y “Asociados al don que nos hace de sí mismo, nos ponemos al servicio del Reino, realizando las palabras del Apóstol: “Vivo, pero ya no soy yo, es Cristo quien vive en mi (Gal 2,20)” (RV4). Así toda nuestra vida está implicada en el don de uno mismo vivido por el Padre Eymard.

Además, dos observaciones son importantes para una justa comprensión del retiro de Roma. En primer lugar, este retiro se desarrolló sin planes ni horarios previstos; además, las notas tomadas por el Padre Eymard tienen un carácter personal, teniendo en cuenta la sensibilidad propia y las gracias personales, algunas notas no se aplican más que a él.

Así, las aportaciones diarias que le sirvieron para prepararse para ese voto son: la disponibilidad para dejarse conducir por el Espíritu Santo, la celebración eucarística, (en particular la Palabra de Dios y la comunión), la Adoración eucarística, la Liturgia de las Horas y la lectura del libro “Imitación de Cristo”, De este modo él se dispuso para realizar en su vida lo que Cristo realiza en la consagración eucarística: tomar, dar gracias, partir y entregar.

Partiendo de la conversión de San Pablo, el Padre Eymard se hizo la pregunta siguiente, al principio y al final de su retiro: “Señor, ¿qué quieres que haga?” Así, este retiro se presenta como una búsqueda constante de la voluntad de Dios en la que se abandona. Y el Padre Eymard afirma que “Dios ama el don de uno mismo más que el apostolado de todo el universo”. En efecto, el acto central de Cristo en la Eucaristía es el don. Éste está unido al amor, al ejemplo de amor entre el esposo y la esposa. Dios es el esposo y el alma la esposa.

Por otro lado, el voto de la personalidad está no solamente relacionado con el bautismo, sino que es una nueva encarnación de Cristo realizada por la Eucaristía. Esta opera en la persona una tal transformación, de tal manera que Cristo se convierte en ella en: centro, vida, gozo, amor. Entonces las acciones y los pensamientos de Cristo son las acciones y los pensamientos de la persona.

Además, el voto de la personalidad es un don del Espíritu Santo. Ya que durante la Eucaristía, el Espíritu Santo transforma tanto el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo como al hombre formando la vida de Cristo en él. Por consiguiente, dejándonos conducir por el Espíritu Santo es como llegaremos a hacer el don de la personalidad (cf. Lc 1,35).

Y el Padre Eymard descubre el amor de Dios a través de la creación: Dios ama al hombre y le ha dado todo lo que tiene y todo lo que es. La Eucaristía es el colmo de este amor. Pues Dios quiere quedarse con nosotros. Por eso el secreto de la oración consiste en alimentarse de Dios, en descubrir su grandeza, su bondad, su ternura, a través de la creación. Así, para conseguirlo, hay que trabajar mucho en el olvido de uno mismo, en no buscarse en absoluto en la oración. Este amor es a la vez el verdadero formador y el mayor medio para practicar el voto de la personalidad (Mat. 11,29; Ga 2,20; Jn 14,6; Hch 9,6; Fil. 2,5-11; Jn 13,1-17). Y el Padre Eymard concluye: el amor de Dios, esa es mi ley, mi camino, mi virtud, mi gozo, mi felicidad.

El Padre Eymard recomienda a todos vivir de la vida interior, la vida de unión con el Señor Jesucristo. Dice que es fácil entregar el corazón, pero que entregar la mente es duro. Ese sacrificio no está al alcance de todos, confiesa. Para ello es preciso la gracia de Dios. Puesto que el don de la mente es la parte más profunda de la persona y es difícil renunciar a nuestros pensamientos, a nuestros juicios. Es por lo que hay que hacer un acto de fe, entonces la inteligencia se abre para ver la voluntad de Dios, incluso en los pequeños acontecimientos de nuestra vida. Además, la oración es indispensable para escuchar a Dios.

  1. La Virgen María y el don de sí; María hace de nosotros otros “Jesucristos”

El Padre Eymard estuvo pendiente de la Virgen María desde su infancia. Veía en María un modelo de compasión por los pobres. Por eso, habiéndole confiado todos sus sufrimientos y proyectos, le dio las gracias por su vocación, su sacerdocio, y la fundación de la Congregación. Y la misión de María consiste en formarnos y acompañarnos para que la celebración eucarística realice la encarnación de Cristo en nosotros, haga de nosotros otros Jesucristos.

Aún más. Se puede hablar de la misa de María y de nuestra misa. Del mismo modo que la Virgen María en el momento de la Anunciación estaba atenta a la Palabra de Dios, de igual modo nosotros en la Eucaristía nos disponemos a acoger esta Palabra. Ésta se hace carne en María y del mismo modo esta Palabra de Dios está llamada a hacerse carne en nosotros.

Conclusión

Es evidente, el voto de la personalidad es ante todo un don, una gracia. Encierra una dimensión de fe en el amor, cada vez más grande, de Dios por el hombre. Debe vivirse en la fidelidad a la voluntad de Dios, a pesar de las dificultades con las que nos podemos encontrar. Así, se nos invita a plantearnos a menudo esta pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga?”. Este interrogante nos invita a entregar nuestra disponibilidad, nuestra libertad y nuestra interioridad con vistas a la realización del proyecto de Dios en nosotros. Y la Virgen María nos acompaña a fin de que la celebración eucarística realice la encarnación de Cristo en nosotros.

 

P. Thaddée Mupapa, sss