Jueves, 25 Febrero 2021 08:46

Homilía fúnebre de Harrie Verhoeven

Deseamos una vida llena de alegrías, felicidad y salud. Y, sin embargo, la experiencia nos enseña que en nuestra vida también hay sufrimiento, pena y enfermedad, que nos ha traído el coronavirus, y, al final, la muerte.

Algo en el fondo que llamamos fe cristiana, nos recuerda que debemos decir: y sin embargo, la muerte no es el final de todo.

Los primeros cristianos fueron llamados “los que no temen a la muerte”. Para ellos, era una entrada en el gozo del Señor Jesucristo. La muerte no es destrucción, sino cambio de estado, un pasaje al otro lado. La vida sigue siendo lo que siempre ha sido. Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mi, aunque esté muerto vivirá.” Creemos en estas palabras. Era esa fe la que tenía Harrie. No temer la muerte.

“El que muere en paz vivirá una vida larga y feliz”. Esta conclusión de un libro del obispo Muskens concluye una carta enviada en 2017, en la que Harrie ofrece algunos deseos para la celebración de su funeral. Lamentablemente, la epidemia del Covid-19 impide que sea posible. Pero Harrie estaba preocupado por su fallecimiento en ese momento, y eso es comprensible, dada su edad. Con la esperanza de buenos años todavía por delante, porque terminó con “Ojalá”.

Harrie había, pues, previsto su partida. No había dado una orden para la celebración, pero había expresado el deseo de que estuviera marcada por la esperanza, la alegría y el sentimiento de gratitud hacia Dios, su familia y la Congregación. Por tanto, había elegido las dos lecturas.

La del amor, la 1ª carta de San Juan, de la que tenía escrita la frase en negrita: “El que no conoce el amor, no conoce a Dios, porque Dios es amor.”

Como evangelio, el de los discípulos de Emaús: la despedida de Harrie se ve más como un relato de la resurrección. Realmente parece que esta historia de Emaús es el escrito de resurrección más antiguo conocido por la cristiandad. Un encuentro con el Señor Resucitado. El Señor está vivo, ha vencido a la muerte.

Pero es también una narración cercana a la experiencia humana. Tiene que ver con el desengaño, con el miedo y la falta de fe, y también con la conver-sión interior y la fe. Sin duda, Harrie se reconoció a sí mismo en esta historia, o en el camino de su experiencia de fe, y ese fue el motivo de su elección.

En 2013, vivimos nuestro retiro provincial en Wahlviller. El tema fue: Tras las huellas de los discípulos de Emaús. Harrie dio una charla con el título: “La decepción y cómo vivir con ella”. Hablaba del periodo de los años 60 y 70. Sobre la decepción por parte de la sociedad: ya no hay lugar para Dios en nuestro mundo.

Para alguien educado en la fe cristiana, y él lo era, fue una gran pérdida.

Hablaba de una gran decepción para la fe y la iglesia. Sacerdotes que “expulsaron”, personas que abandonaron la iglesia. Decepción también en la vida religiosa. De los Padres y Hermanas que se iban, la dramática disminución del número de vocaciones.

El Concilio Vaticano II, decía, en el que había participado como teólogo (tal vez fue el último superviviente de aquella época), había hablado maravillosamente de la vida religiosa.

Ya no se trataba de un movimiento de élites, con un alto estatus, “aparte”, sino un carisma, un camino particular para seguir a Cristo más de cerca. Y la Iglesia se sintió llamada a mostrar el amor de Dios por todos: Él mismo había amado tanto al mundo que había dado a su hijo para librarlo del mal.

En esta época convulsa para la Iglesia y la sociedad en 1969, Harrie fue elegido Superior General de nuestra Congregación. Se le encomendó la tarea de actualizar la Congregación, de introducir en ella la renovación solicitada por el Vaticano II, dentro y fuera, para hacer legible esta Congregación internacional, en muchas culturas. Esto no se dio por sentado. Y nuevamente, la renovación de nuestra Regla de Vida. Harrie se arremangó. La Regla fue completada por su sucesor, el P. McSweeney. Uno de los antiguos Generales, al ofrecer sus condolencias, escribió que Harrie había sido el “actor principal” en la renovación de la Congregación.

En Occidente, la decepción, pero en Asia, la Congregación estaba creciendo. Como Superior General, Harrie hizo muchos viajes a Oriente: India, Sri Lanka, Filipinas, Vietnam. Estaba orgulloso de una fundación en Vietnam. Las expresiones de condo-lencia, recibidas de los hermanos de esos países están llenas de elogios. Como de tantos otros países.

Regresó a los Países Bajos en 1981, a una Iglesia muy cambiada. Por las funciones que tenía Harrie, queremos decir que desde el comienzo, aterrizó con razón en sus centros de liderazgo. Harrie también notó esta Iglesia polarizada durante la visita del Papa Juan Pablo II, del que fue intérprete, en 1985. Entre otros en Utrecht. Una pequeña anécdota: La Sra Hedwy Wasser, en nombre de un grupo, habló del área de la misión; de repente, dejó su texto y expresó algunos pensamientos críticos. Harrie tradujo fielmente para el Papa.

Fue aún más desagradable para él porque estaba sentado entre las filas, como un cubo volcado. ¡Es su expresión!

Conocí a Harrie como alguien que no pertenecía a los extremos: ni de derechas, ni de izquierdas. Mejor: el camino del medios, o incluso el camino del amor. Ciertamente, tenía un temperamento fuerte. Una visión clara, un juicio claro. Y ¡“el General” no había desaparecido!

Los peregrinos de Emaús estaban decepcionados, pero abiertos al extraño que caminaba con ellos. Esta historia nos enseña, como Harrie, que no debemos hablar de nuestra decepción con quienes son como nosotros. Debemos atrevernos a abrirnos al extranjero que nos presenta la Escritura de una manera nueva.

La historia de Emaús es la de un oído atento, de acompañamiento espiritual de personas en el duelo, el miedo, la desesperación, la desilusión, la decepción. La gente nos muestra el amor de Dios. La presencia de Dios. También es dar vida, a través de momentos de muerte.

Y, para muchos, Harrie ha sido el compañero de vida y de fe. Especialmente para jóvenes religiosos en la Congregación, como Provincial o General, párroco o miembro de muchos órganos de gobierno de la Iglesia de los Países Bajos.

Nosotros también somos discípulos de Emaús. Entristecidos por su partida.

Estamos aquí juntos por última vez con Harrie.

Hemos abierto las Escrituras y pronto comparti-remos el Pan y el Vino. Como Jesús, en la noche de la Última Cena, cuando compartió el Pan con los discípulos de Emaús.

Que vieron que el Resucitado estaba con ellos, que no todo termina con el sufrimeiento y la muerte.

Agradecemos al Señor por la vida de Harrie. Su familia y la Congregación le están agradecidos por todo lo que ha compartido y entregado.

Los discípulos de Emaús regresaron de allí llenos de esperanza y alegría camino de Jerusalén. No más tristeza, decepción… ¡El Señor está vivo!

Jerusalén, la ciudad celestial, donde está Harrie ahora. La Casa de nuestro Dios. Fuente y horizonte de todo lo que existe. Corazón y alma de todo lo que allí llega, de todos los tiempos, destino final de toda vida.

Harrie, has llegado a casa, y después de estos días tan duros, estos últimos meses, te decimos: vive en paz, en alegría. Amén.

No sólo nos despedimos de un colega, sino también de un hermano, cuñado, tío.

Sé que Harrie estaba muy unido a su familia. Joke, ahora puedes dirigirle unas palabras.

5 de enero 2021

Padre Fons Kuster, sss
Superior en Nijmegen

Modificado por última vez en Jueves, 25 Febrero 2021 08:50